A 50 AñOS DEL GOLPE CONTRA LA DICTADURA DE PORTUGAL: ¿QUé QUEDA POR HACER CON LA “REVOLUCIóN DE LOS CLAVELES”?

El golpe de Estado contra la dictadura portuguesa sacó a la calle a 5.000 militares izquierdistas la madrugada del 25 de abril de 1974, nada más escuchar “Grândola, vila morena”, la canción de José Afonso. Se trata del himno indiscutible de la llamada Revolución de los Claveles, el golpe pacífico que marcaría profundamente la historia del país al simbolizar la caída del régimen autoritario del Estado Novo, liderado por António de Oliveira Salazar y, posteriormente, Marcelo Caetano, que gobernaron Portugal durante 48 años. La entonces dictadura más antigua de Europa Occidental se derrumbó en cuestión de horas.

Pero una anécdota de su intrahistoria ha pasado inadvertida: la idea de utilizar una canción en la radio como seña para el levantamiento que acabó con la dictadura hace 50 años se inspiró en Chile. El capitán Carlos de Almada Contreiras, quien estuvo detrás de la elección de “Grândola”, contó en una entrevista con EFE los detalles de ese episodio.

“Había estado en Madrid pocos días antes, en la Pascua de 1974, y un antiguo fraile que se había exiliado desde Chile me regaló un libro ya editado por la dictadura de (Augusto) Pinochet”, explicó. Era el Libro blanco del cambio de gobierno en Chile, y en sus páginas se mencionaba un sistema que habían preparado las fuerzas democráticas anteriores a 1973 para avisar a las tropas con la transmisión radiofónica de una serie de canciones de cantautores. “Fue ahí cuando saltó un poco la chispa”, señaló De Almada Contreiras, nacido en 1941.

Así, a las 00:20 horas del 25 de abril de 1974, Rádio Renascença emitió la canción compuesta e interpretada por José Afonso, después de que su locutor recitara la primera estrofa (Grândola, Vila Morena. Tierra de fraternidad. El pueblo es quien más ordena. Dentro de ti, ciudad). Era la seña definitiva para que las tropas supiesen que tenían que dar inicio a las operaciones y funcionó, porque menos de 24 horas después el régimen había caído.

Los claveles rojos, colocados en los fusiles de los jóvenes militares que salían de los cuarteles para transformarse en los héroes libertadores de un pueblo sometido durante casi medio siglo, se convirtieron en el símbolo de esta convulsión política, económica y social.

“El 25 de abril es técnicamente un golpe de Estado que, el día mismo, se transformó en revolución”, precisa la historiadora Maria Inácia Rezola, encargada de los programas conmemorativos que incluyen cientos de iniciativas institucionales y culturales, en declaraciones a AFP.

El golpe allanaría el camino para la realización de las primeras elecciones libres con sufragio universal, el 25 de abril de 1975, y el proceso de independencia de las colonias portuguesas en África: Angola, Mozambique, Guinea Bissau y Cabo Verde.

“La guerra colonial tuvo una influencia fundamental para que abriéramos los ojos sobre la situación de Portugal”, comentó a AFP el coronel retirado Vasco Lourenço, presidente de la Asociación 25 de Abril, heredera del “movimiento de los capitanes” que organizaron el alzamiento de hace 50 años.

Paradójicamente, mientras los portugueses se preparan para celebrar el 50° aniversario de este acontecimiento histórico, el país reflexiona sobre los logros alcanzados y los desafíos que aún enfrenta. Los ciudadanos entienden que la celebración de este hito no es solo una oportunidad para recordar el pasado, sino también para renovar el compromiso con los valores democráticos y la construcción de un futuro aún más justo e inclusivo, como destaca La Razón.

Sin embargo, agrega el diario español, el aniversario coincide con un momento de desafío político porque por primera vez en medio siglo de democracia un partido de extrema derecha se consolida como la tercera fuerza de Portugal. En las últimas elecciones, el partido creado en 2019 con agendas populistas y nacionalistas, Chega, experimentó un considerable aumento en el apoyo popular –al obtener el 18% de los votos en las recientes elecciones legislativas-, desafiando los valores de inclusión y tolerancia que han sido conquistados a lo largo de las últimas cinco décadas.

Aunque el fundador y presidente de este partido, André Ventura, ha criticado al antiguo régimen, Chega incluye a algunos de sus nostálgicos. Dentro de Chega y otros partidos “hay mucha gente en la derecha portuguesa que no tienen una visión negativa de (António) Salazar y su régimen”, destacó el investigador italiano Riccardo Marchi, especialista en la derecha radical del Instituto Universitario de Lisboa. Pero Rezola recuerda que, hasta 1974, Portugal era “un país pobre, atrasado, analfabeto y aislado del resto del mundo”, que luego “se modernizó en todos los niveles”.

En declaraciones a Euronews, la historiadora social Raquel Varela destaca los logros, sobre todo en el ámbito laboral, en los que los portugueses reivindicaron una amplitud de derechos que nunca antes había existido en el país. Al mismo tiempo, destaca la construcción del Servicio Nacional de Salud y del sistema educativo que, en su opinión, supusieron durante muchos años “avances cualitativos” a nivel social.

“No se trata solamente de derechos, libertades y garantías, sino también, del Estado del bienestar, y de la seguridad y protección en el empleo, porque muchas de estas cosas, desgraciadamente, han retrocedido desde finales de los años 80. Lo que ha quedado es la constatación de que es posible vivir de otra manera. Esta utopía es una esperanza que no se puede borrar, no hay vuelta atrás desde ese punto de vista. Se puede volver atrás en las realizaciones materiales, pero no en la idea en acción”, afirma la profesora de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad NOVA de Lisboa.

Portugal está hoy mejor que hace 50 años. Sin embargo, la baja productividad de la economía, las precarias condiciones laborales y el deterioro de los servicios públicos sitúan al país por detrás de otras naciones europeas. De hecho, la actual ascensión de la extrema derecha se produjo tras ocho años de hegemonía socialista bajo el liderazgo de António Costa y durante un deterioro de los servicios públicos esenciales unido a un aumento del costo de la vida que ha golpeado a la clase media portuguesa.

Según datos de Eurostat, la productividad por trabajador en Portugal es un 28% inferior a la media de los países de la eurozona. Desde hace al menos 10 años, se sitúa a la cola de la productividad en la zona de la moneda única. En seis años ha sido superado por los tres países bálticos (Estonia, Letonia y Lituania), y en el contexto de la Unión Europea por Croacia, Rumanía y Polonia.

Además, el PIB per cápita del país sigue estando por debajo de la media europea. En 2023, según las estimaciones de Eurostat, Portugal pasaría a ocupar el 18° lugar entre los Estados miembros de la Unión Europea, dos puestos más que el año anterior y superando a Polonia y Estonia. Sin embargo, sigue estando un 17% por detrás de la media de la UE.

En términos políticos, la situación también es causa de preocupación. Hace cuatro años, destaca Euronews, Portugal fue rebajado a la categoría de “democracia defectuosa”, y desde entonces nunca ha conseguido volver a la condición de “democracia plena” que tenía en 2019. El Índice de Democracia 2023, publicado por Economist Intelligence Unit, sitúa al país en el puesto 31 de la clasificación mundial, tres puestos más atrás que el año anterior, y el peor resultado desde 2013.

La caída se debe, principalmente, a la valoración otorgada al criterio “funcionamiento del gobierno”, donde solamente se registra una nota de 6,79 puntos, una caída sustancial respecto al año pasado (7,50 puntos). Portugal es uno de los tres únicos países de Europa Occidental clasificados como “democracia defectuosa”, junto con Bélgica e Italia.

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