BOGOTá RELAJA EL RACIONAMIENTO DE AGUA EN MEDIO DE MUCHAS DUDAS SOBRE EL FUTURO

Héctor Romero es un plomero que lleva trabajando 45 años en Bogotá. En los últimos dos meses y medio ha tenido más trabajo que de costumbre. “Hay mucha tubería que se rompe, tanto en las calles como en las casas”, cuenta a El PAÍS. A principios de abril y ante una temporada de sequía, el alcalde de la capital colombiana, Carlos Fernando Galán, decidió cerrar la llave cada 24 horas a uno de nueve sectores en los que dividió la ciudad. Así, cada sector tiene que prever quedarse sin agua cada nueve días. “El problema es que la presión del agua es muy fuerte cuando regresa, siempre ha sido así. Y las tuberías de 20 o más años de edad se perforan”, cuenta Romero. No solo las tuberías: se han dañado válvulas, flotadores de tanques, motobombas. Esos daños hacen que el agua fluya libremente durante 24 horas o más, desperdiciando el esfuerzo del día anterior. “Como hay robos de registros de agua, muchas personas los han asegurado con candados. Cuando pasa eso, no se puede cerrar el registro rápidamente. Entonces, ¿de qué ahorro estamos hablando?”.

El alcalde Galán ha pasado al banquillo esta semana para responder sobre esta y muchas otras críticas. “En algunos casos, infortunadamente, sí se producen esos daños” en las tuberías, admitió en Caracol Radio. El mandatario explicó que fue por ello que no tomó medidas más drásticas que aumentarían el riesgo de roturas, como cerrar el agua un par de horas a toda la ciudad al mismo tiempo, y que además el acueducto redujo un poco la presión del agua al regresar. Pero no demasiado: “Para que llegue rápido, se requiere algo de presión”, aclaró Galán, que también ha sido criticado por las demoras en el regreso del agua. Sin poder resolver del todo el dilema, el acueducto ha pasado semanas remendando varias tuberías que han dejado a barrios enteros sin agua durante días.

Aun así, el alcalde se muestra optimista. Le ha agradecido a los bogotanos su solidaridad durante estas 10 semanas, con una paciencia que empieza a agotarse con tantas tuberías rotas. El sistema de embalses Chingaza, que suple un 70% del sistema de la ciudad, ha pasado de un crítico 15% a un 42% en su almacenamiento—en gran parte gracias a las lluvias, en menor parte gracias al racionamiento. El plan de Galán es lograr un 70% en octubre, porque en noviembre vuelven las sequías y espera que la ciudad esté vez mejor preparada.

Gracias a esas buenas noticias, la ciudad anunció un giro: a partir del primero de julio, Bogotá entrará en una segunda fase de su racionamiento. Los cortes se harán cada día de por medio. Eso quiere decir que las tuberías tendrán choques de presión cada 18 días, no cada 9, y con ello habrá menos oportunidades para que se dañen. También quiere decir que, para proteger el agua de Bogotá, la estrategia dependerá más de que los bogotanos aprendan a ahorrar. El alcalde trazó inicialmente la meta de reducir el consumo a 15 metros cúbicos por segundo, o menos, pero eso no ha ocurrido. Ahora relaja la meta a 16,6 metros cúbicos por segundo. ”El objetivo aquí es, de todas maneras, mantener una reducción de consumo”, dijo en rueda de prensa al anunciar la medida.

Más allá de los ajustes, se mantienen las preguntas por la estrategia más allá de esta crisis. “El alcalde se ha enfocado en las medidas correctivas ante la crisis, y no tenía más opción después de los incendios que hubo en Bogotá apenas llegó a la alcaldía. Pero, desde un punto de vista técnico, tenemos que empezar a pensar en una gestión a largo plazo: empezar a discutir el plan distrital de agua, y también a entender este como un tema de cultura y educación”, dice a El PAÍS Antonio Dasco, geólogo y gerente técnico de la empresa de gestión ambiental CONSGA.

Al igual que otros técnicos consultados, Dasco considera que el alcalde no ha tenido aún una campaña muy sólida para que los bogotanos sean más consientes con su consumo, más allá de mensajes como los de bañarse en tres minutos o guardar agua el restante de la ducha. Como el mismo Galán lo ha reconocido, hay bogotanos que llenan muchos baldes de agua antes del día en que les corresponde el racionamiento, hasta el punto de botar agua sobrante después del corte. En los sectores donde más ocurre eso, el consumo por hogar bajó muy poco.

Y, más allá de las prácticas en el hogar, dice Dasco, en la ciudad no hay una conciencia general sobre cuáles son las fuentes hídricas, en qué estado están y cómo pensar el crecimiento urbano para protegerlas. Como explicó al medio independiente 070 el profesor Juan Guillermo Saldarriaga, experto en hidrología de la Universidad de los Andes, un consumo de 15 metros cúbicos por segundo era posible en 1998, cuando la población de la capital era la mitad de la actual.

“Bogotá no puede seguir creciendo de forma desmedida con las mismas fuentes de agua y sin pensar su crecimiento en torno al agua”, dice otro experto que ha trabajado en el acueducto y prefiere guardar su nombre porque es asesor en temas sensibles a los servicios públicos de Bogotá. “Sin duda, las medidas que ahora hay que reforzar son más culturales y educativas: el alcalde ha dicho que hay que bañarse acompañado, cuando uno puede terminar gastando más agua cuando hay dos en la ducha. En cambio, pocas personas saben que el Acueducto de Bogotá suple agua a varios municipios aledaños, como La Calera, Soacha o Tocancipá. Pocos saben que lo que estamos consumiendo sigue siendo superior a lo que está entrando a las fuentes de agua que tenemos, y que no hemos pensado en nuevas fuentes de agua por lo menos desde el año 2000. Hay que buscar nuevas fuentes, pero también hay que empezar a pensar cómo controlar este crecimiento desmedido de las ciudades″. El plan a corto plazo, con tuberías rotas pero mayor almacenamiento, empieza a ver el fin. Pero la tarea a largo plazo aún sigue pendiente.

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