¿CóMO LLEGARON CUATRO MOMIAS EGIPCIAS A CHILE? LA HISTORIA DE COMPRAS, DONACIONES Y SARCóFAGOS MISTERIOSOS

Pedro del Río Zañartu, un empresario oriundo de Concepción, vivió la trágica muerte de su esposa y sus dos hijos casi en simultáneo. Con el alma enlutecida, decidió emprender un viaje por el mundo. Su espíritu curioso y sus aires de filántropo le motivaron a comprar objetos representativos de cada cultura que visitaba, con el fin de armar, a su regreso, un museo en su casa patronal en el Fundo Hualpén.

“Él, a medida que iba a los países, compraba las piezas más características del lugar. Su idea era que cada persona que visitara el museo se pudiera acercar a cada país a través de los objetos”, explica a Culto la antropóloga Carla San Martín, quien actualmente trabaja en el museo que lleva el nombre del empresario. “El Museo, me tira, me fascina, como las numerosas tiendas de curiosidades, donde a pesar de las protestas i bromas de mis dos compañeros, hago buena provisión para aumentar el de Hualpén”, escribió el empresario en una de sus cartas a familiares.

En su paso por Alejandría, ciudad de Egipto, Pedro del Río Zañartú compró una momia egipcia en agosto de 1881, antes de que esta práctica fuera ilegal. Como ese no era el fin de su viaje, la momia lo acompañó a sus otros destinos, sumando así visitas en cuatro de los cinco continentes. El regreso del empresario marcó un hito: con él llegaba la primera momia egipcia a Chile de forma íntegra, sin considerar la colección egipcia de Víctor Echaurren Valero, quien poseía algunos “restos de momias”, según señalan Carolina Valenzuela y Daniela Silva en Una momia suvenir. Reflexiones sobre el coleccionismo privado en Chile a partir del caso de la colección egipcia de Pedro del Río Zañartu (S. XIX inicios S. XX).

En la actualidad, son cuatro los cuerpos momificados de origen egipcio en territorio nacional. Solo la traída por Pedro del Río Zañartu es exhibida al público, en el museo que lleva su nombre en la comuna de Hualpén. Estos cuerpos fueron traídos al país durante el siglo XIX, cuando la práctica del robo y la venta de momias egipcias estaba extendida por el mundo.

“Todos querían tener como ‘suvenir’ una momia egipcia, porque era muestra de estatus y de poder”, explica Verónica Silva, antropóloga física y curadora del Museo Nacional de Historia Natural, lugar que acoge los otros tres cuerpos momificados egipcios en Chile. “Se hacían cosas atroces con las momias. Las molían y hacían pigmentos para algunas pinturas, que le llaman marrón momia. También había personas que las consumían, se las comían o las aspiraban, porque supuestamente tenían propiedades y mejoraban la potencia sexual”, relata a Culto.

Históricamente exhibidos en museos, los cuerpos momificados de personas constituyen toda una atracción. Sin embargo, nuevas corrientes científicias y antropológicas optan por revalorizar el significado social de estas ‘piezas de museo’, retibuyéndoles el carácter y la dignididad propias de un difunto.

Verónica Silva, quien trabaja como curadora del museo desde 2016, lidera un equipo de investigación que busca reconstruir la historia de los tres cuerpos que descansan en el museo de Quinta Normal, en el proyecto Momias egipcias del MNHN: una ventana directa al estudio del pasado.Los cuerpos no habían sido nunca estudiados de manera científica, habían sido sexados, pero nada más”, comenta la especialista.

De la momia egipcia alojada en Hualpén se sabe aún menos. “No tenemos la certeza de qué sexo es. La momia está fechada del 666 a.C, pero según investigaciones de otros profesionales, la momia tiene otra data, que es del 300 a.C, ese también es un dato que hay que corroborar”, explica Carla San Martín.

En el caso de los tres cuerpos del Museo Nacional de Historia Natural, la información que se conoce se obtuvo a raíz del estudio de los cuatro sarcógafos que acompañaban a las momias. Sin embargo, nada asegura que los sarcógafos correspondan a los cuerpos y viceversa, indica Verónica Silva.

“Hay harta información, porque se han hecho muchas tesis. Diría que el estudio más completo fue el de Grete Mostny, quien fue nuestra directora en el museo. Ella era egiptóloga y llevó a cabo el primer análisis serio de que los sarcófagos. Todos los estudios, si analizas la bibliografía, están enfocados en estudiar los sarcófagos. ¿Por qué? Porque los sarcófagos egipcios, a diferencia de otras tumbas prehispánicas que nosotros tenemos, tienen escrita la información de los individuos que están en el interior”, profundiza la antropóloga.

Es primera vez que en Chile se hacen tomografías de cuerpos momificados en el Antiguo Egipto, por un equipo chileno. Es un hito a nivel mundial”, destaca Verónica Silva. “Pudimos hacer tomografías computarizadas y también hicimos análisis químicos y moleculares de los pigmentos que tienen los sarcófagos. Este trabajo lo lideró Marcela Sepúlveda, que es arqueóloga, y yo estoy liderando el proyecto en general y soy la encargada del análisis bioantropológico de los cuerpos”.

El estudio es financiado por el Proyecto Fondo de Apoyo a la Investigación Patrimonial del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural 2023 y se realiza gracias a una colaboración entre la Clínica Alemana y el MNHN.

“En el siglo XIX eran muy comunes las ceremonias de desvenda. La sociedad europea se juntaba como a ‘carretear’ y se reunían a desvendar momias egipcias y muchas veces las autopsiaban. En este caso, lo que la tomografía computarizada permite es analizar capa por capa los distintos elementos que conforman este cuerpo, no solamente el exterior, sino que el tejido blando y también el interior del cuerpo, el esqueleto, por ejemplo, para poder determinar todos estos rasgos de cómo vivieron, cómo murieron, qué edad tenían...Obviamente se comprueba el tema de que uno masculino y el otro es femenino”, revela la antropóloga. “No se necesita hacer ninguna intervención y eso también es fundamental, porque es un trato ético a los cuerpos”, agrega.

Los resultados oficiales del estudio serán publicados el próximo año, no obstante, Verónica Silva adelanta a Culto los principales nuevos hallazgos para reconstruir la historia de las momias egipcias presentes en nuestro país.

Tres momias, un museo

Fue el gobierno del presidente Domingo Santa María el que compró la segunda momia egipcia y sus dos sarcófagos en 1884. Las gestiones las realizó el ministro plenipotenciario y diplomático Alberto Blest Gana –autor de la clásica novela Martín Rivas (1862)–, quien se contactó con el entonces director del Museo Nacional de Historia Natural, el naturalista alemán Rodulfo Amando Philippi.

“El viaje a Chile fue bastante dificil, desde Francia llegan al puerto de Valparaíso. Cuando llega al museo el sarcófago de cartonaje, estaba bastante destruido. Philippi indica que él tuvo que hacer una reparación del sarcófago”, relata Silva. Según declaró el naturalista en esos años, la momia tendría una data de 2.400 a 2.800 años de antigüedad (800-400 aC).

Sin embargo, estudios posteriores de Grete Mostny, en base a los sarcófagos, indican que estos habrían pertenecido a un individo de sexo femenino identificado como Heri-wedjat. Por tanto, los sarcófagos no pertenecerían a la momia masculina, a la que se le ha atribuido el nombre de Horudja.

En 1892 llega otra momia egipcia, esta vez por una donación de Francisco Torromé, y que ahora se confirmó que es de sexo femenino. Torromé fue un comerciante argentino radicado en Londres, quien adquirió una momia recuperada de las “ruinas de Tebas” y decidió cederla al MNHN en agradecimiento por el buen trato que recibió en Chile. Sin embargo, pasaron cinco años desde la compra para que el cuerpo momificado llegara a las dependencias del museo.

“Cuando llega al puerto de Valparaíso la reclama Federico Varela y se la queda. Durante cinco años están las cartas entre Torromé y Philippi de por qué la momia no llegaba al museo. Después Varela la dona, pero dándose el crédito”, cuenta Verónica Silva.

Años atrás, otro chileno se había interesado en adquirir su propia momia egipcia. Se trata del político, diplomático y banquero Augusto Matte Pérez, el padre de la destacada escultura nacional Rebeca Matte. “Él la compra directamente en el Cairo, por mil francos, en un viaje que hizo en 1874 por Egipto, Turquía y Tierra Santa junto a su esposa. Después él se radica en Francia con su hija. Vuelve a Chile y el 30 de junio de 1902 entra la colección de Matte al puerto de Valparaíso, y la clasifica (la momia) como parte de una colección de obras de arte. Así es como entra el sarcófago a Chile”.

De hecho, en una foto del taller de Rebeca Matte en Santiago, tomada por la revista Zigzag en 1905, se puede ver el sarcófago en el fondo. Al morir Augusto Matte, su yerno, Pedro Iñiguez Larraín, dona el sarcófago al desaparecido Museo de Antropología, Etnología y Antropología de Chile. Tras su cierre, el sarcófago pasa a la sección de prehistoria del Museo Histórico Nacional, que luego cede el cuerpo momificado a las dependencias del MNHN —donde está ahora —en la década de 1970.

Por el momento, se desconoce el sexo de este cuerpo momificado, ya que se encuentra pegado al sarcógafo y nadie ha podido estudiarlo con profunidad. El equipo liderado por la antropóloga Verónica Silva le realizará tomografías a esta última momia en el futuro próximo.

Según la Sociedad de Estudios Egiptológicos de Chile Nieves Acevedo, los tres cuerpos momificados iban acompañados de “30 piezas pequeñas de diversa naturaleza (cerámica, piedra y metal), amuletos (escarabajos de piedra y otros), lámparas de cerámica, colgantes, esfinges pequeñas de metal y cerámica, collares, adornos, un trozo textil de envoltura de una momia, ushebtis (figurillas antropomorfas), una cría de cocodrilo momificada envuelta en un textil”.

La momia “suvenir” y los pendientes

Las momias del Museo Nacional de Historia Natural no están en exhibición. La última vez que se hizo una exposición con los sarcógafos egipcios fue en 2009, en colaboración con la Sociedad de Estudios Egiptológicos de Chile (SEECH). “Desafortundamente llegó el terremoto en 2010 y se trasladó la escenografía que se desarrolló para la instalación en el Metro, con quien estabamos asociados. Metro prestó unos salones bajo Quinta Normal. Se trata de una de las exposiciones más vistas del museo”, recuerda Gabriel Valenzuela, presidente de la SEECH y Director del Proyecto Momias Egipcias en Chile.

Sobre el cuerpo momificado egipcio de Pedro del Río Zañartu, se desconoce el sexo y la edad. Al respecto, Verónica Silva no descarta que se puedan aplicar los mismos estudios recientes a esa momia en particular. A pesar de no saber datos específicos sobre su vida, se le ha otorgado el nombre de PAS-SIT-F-OSHER.

El pequeño cuerpo descansa rodeado de bandejas de silicogel para absorber la humedad y conservar el estado íntegro de la momia. “Por los vendajes de lino que tiene podemos suponer que era de un estatus más alto, por la forma del vendaje, y por la máscara policromada dorada”, comenta Carla San Martín. A su lado también se exponen objetos que poseía la momia en su ajuar funerario, compuesto por lámparas y semillas.

“A la momia se le ha dado el nombre de suvenir”, dice la antropóloga.“Intentamos que la gente no la fotografíe, de mantener el respeto, considerando que era una persona. Resguardar, preservar y respetar siempre va a ser nuestra intención con las piezas de las colecciones”.

Si hay tanto desconocimiento, ¿por qué no se generan más estudios al respecto? Ambas especialistas señalan la falta de financiamiento. “Nosotros no contamos con financiamiento basal, aunque nuestro rol es hacer investigación. Siempre estamos dependiendo del concurso. Deberíamos tener un fondo basal”, reflexiona Verónica Silva.

En su proyecto financiado por el fondo estatal participan cinco antropólogas voluntarias, y asesores y colaboradores de distintas disciplinas, desde médicos a químicos laboratoristas. Además, cuentan con la especial participación de la reconocida egiptóloga Salima Ikram.

“Lo que falta es inversión a nivel país en investigación. Los fondos de investigación son super acotados y difíciles de obtener. El interés siempre está, siempre está la duda y el hambre por saber un poco más”, concuerda Carla San Martín.

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